jueves, 6 de abril de 2000

Rodolfo Montiel recibirá en prisión el Premio Ambiental Goldman

* El campesino, encarcelado desde mayo del 99 por oponerse a la tala


Rodolfo Montiel recibirá en prisión el Premio Ambiental Goldman

* Con su organización, se enfrentó a los intereses de trasnacionales en la sierra de Guerrero

Blanche Petrich, enviada, Iguala, Gro., 5 de abril *
La Jornada
Jueves 6 de Abril de 2000

En la sierra de Petatlán, Guerrero, poco antes de llegar a las alturas del Filo Mayor, quedan apenas algunas franjas de lo que hace una o dos décadas era bosque tupido. Rodolfo Montiel, serrano sin parcela propia, semianalfabeto y decididamente romántico, se empeñó en preservar las arboledas sobrevivientes, con una lógica sencilla: ''Sin árboles, las nubes se van de paso, los rayos del sol se vuelven más calurosos, como si tuvieran pilas nuevas. Sin sombra se secan los ríos y los arroyos; sin agua no hay cosechas, en perjuicio de los campesinos y los profesionistas que comen esas cosechas''.

Con esa preocupación trabajó durante años para "despertar" a otros campesinos. En 1998 formó la Organización de Campesinos Ecologistas, la cual logró, con paros y bloqueos, interrumpir ­al menos en apariencia­ un contrato de venta de madera entre la Unión de Ejidos Rubén Figueroa y una trasnacional estadunidense, la Boise Cascades. Pero su lucha se atravesó en los intereses y las complicidades de los taladores, los caciques y los militares, por lo que el 2 de mayo de 1999 fue detenido violentamente, junto con Teodoro Carrasco, un compañero de su organización, acusado de ser guerrillero y narcotraficante.

Preso en el Cereso de Iguala, reacciona con sarcasmo ante la noticia de que ha sido premiado por una importante institución internacional. ''¿Cómo está eso? El gobierno mexicano me está premiando con la cárcel. ¿Con qué me van a premiar las organizaciones extranjeras? Con que no sea un premiecito como ese". La ancha sonrisa de este hombre de 48 años descubre una dentadura destruida por los rigores de la pobreza rural.

Este jueves recibirá en la prisión de esta ciudad la visita de un miembro del jurado de la Fundación Goldman y de varios representantes de Amnistía Internacional y de Sierra Club, que le comunicarán oficialmente los detalles del reconocimiento. Entonces su causa, la lucha contra los taladores de los bosques de su sierra, habrá saltado los muros y las alambradas del Cereso para llegar a muchos y muy importantes foros mundiales.

Lo que él desearía lograr con esa novedosa difusión de su caso, es reactivar la resistencia contra los talamontes de la Sierra de Petatlán, sobre todo porque aunque la Boise se retiró, nuevas empresas han tomado su lugar. Es el caso de la empresa Tableros y Chapas de Guerrero, de capital ciento por ciento español, que baja diariamente entre 30 y 40 camiones de alto tonelaje hacia su planta de Zihuatanejo, arreando los últimos restos del bosque, por la ruta Vallecillos-San Antonio.

El pacto entre Boise Cascades

y Unión de Ejidos

Cuando se recorren los diferentes caminos que suben desde la carretera Acapulco-Zihuatanejo hacia los lomos de la Sierra Madre del Sur, conocidos como Los Filos, que luego bajan a Tierra Caliente, se observa que los bosques han retrocedido y sobreviven sólo en las alturas. Pero Montiel, que suele caminar esas serranías, recomienda un recorrido aéreo, ''para que vean bien''. ''Hay tramos que todavía tienen árboles a las orillas de los caminos, pero adentrándose en el monte se ven las grandes zonas calvas, los desiertos que se están formando''.

La tala ilegal en esa región data de hace años, pero en 1997 la deforestación se aceleró: las motosierras no paraban ni de noche ni de día, "talando recio". Los lugareños contaban hasta 30 trá Montiel en agosto de 1998, en una reuni—n de la Organizaci—n de Campesinos Ecologistas n Foto: Maribel GutiŽrrez ileres diarios, cargados hasta el tope de troncos, en la ruta de Los Filos hacia Papanoa, en la carretera costera a Zihuatanejo. Desconocían que, a su nombre, la Unión de Ejidos Rubén Figueroa había aceptado un contrato de abastecimiento de madera con una transnacional estadunidense, la Boise Cascades, que implicaba cortes ilimitados de bosque en 14 ejidos de la sierra, sin control ni plan, con la venia del gobierno del estado y de la propia Semarnap. Montiel y su grupo de ecologistas se inconformaron y empezaron las protestas.

Al principio, la organización no tenía nombre. ''Nos llamábamos los destetadores, queríamos destetar de golpe a los que estaban pegados a la ubre del bosque", dice Montiel con su singular sentido del humor. En 1997 hicieron el primer paro, bloquearon caminos e impidieron el paso de los camiones madereros hacia la carretera costera. Durante un tiempo cesó la tala. Pero pronto vinieron encima nuevos conflictos con los aserradores locales. La Boise en tanto reclamaba el cumplimiento de su contrato.

En febrero de 1998 realizaron el segundo paro. Cerca de 100 ejidatarios cerraron el paso a los tráileres con una manta que decía: "Alto a la deforestación". Fue el definitivo.

Entonces les vino encima el poder de Bernardino Bautista, el cacique que controla la ruta El Durazno-Santa Rosa. La organización tiene en su archivo copia de una carta dirigida por Bautista al comisario. Dice: ''No vamos a parar el trabajo sólo por 15 pendejos. Tenemos compromisos que cumplir''. En ese periodo ­entre mayo y julio de 1998­ se registran en el municipio tres asesinatos de campesinos cercanos a la organización ecologista: Aniceto Martínez, de 22 años; Elena Barajas, de 18, y Romualdo Gómez, de 16.

Antes del segundo paro, la organización había enviado ­sin recibir respuesta­ numerosas denuncias a la secretaria del Medio Ambiente, Julia Carabias, a la Profepa, y al delegado de Semarnap en Guerrero, Pablo Arjona. Este accedió a reunirse con la organización y fijó fecha para la cita. Pero en vez de reunión, una partida de militares llegó a El Mameyal buscando directamente la casa de Montiel. El no estaba, pero hicieron un cateo.

­¿Fue coincidencia?

­Más bien traición ­responde.

Este funcionario, Arjona, envió el 4 de febrero una carta a su jefa, Julia Carabias, afirmando que la organización de campesinos ecologistas ''buscaba favorecer a grupos subversivos armados o cultivadores de estupefacientes''. Fue destituido después de ese reporte, pero el daño estaba hecho. El operativo militar estaba en marcha.

"Ni a la w del abecedario"

La historia de Rodolfo Montiel es común a muchas otras de estos rincones. Su familia es originaria de una comunidad del municipio de Coyuca de Catalán. Su padre arrendó sus tierras a un poderoso del pueblo, Agripino, para que ahí pastara su ganado. Pero cuando pretendió cobrar, o que le devolvieran el predio, sufrió un atentado. La familia tuvo que emigrar y avecindarse en El Mameyal. Rodolfo tenía entonces seis años.

Por la pobreza no tuvo escuela ­''no llegué ni a la w en el aprendizaje del abecedario''­ y sobrevivía de vender atados de leña: 30 leños por un peso. Su padre y él se dedicaban a recorrer la sierra de punta a punta, con sus cuatro mulas, comprando y vendiendo mercancías. Recuerda los árboles de entonces, enormes, umbrosos, y los caminos del bosque tapizados de hojarasca.

Cuando se casó con Ubalda, ella muy jovencita entonces, compraron una moto de tres ruedas. En los caminos serranos, estos pequeños vehículos son los únicos que suben por las brechas. Su negocio era vender ropa interior de ranchería en ranchería. Del dinero de la venta, y muchas veces de lo que dejaba la venta de enchiladas de Ubalda, Rodolfo tomaba dinero para su incipiente organización. Con algunos cuantos ­Juan Bautista, Braulio, Felipe Arriaga, Dagoberto Gómez, Ruperto, otros más­ compraban gasolina, pedían un camión prestado, se abastecían de refrescos y se lanzaban por los caminos a ''despertar al campesino'', dice Teodoro, que fue uno de los ''despertados''.

No conocían la palabra ecología en ese tiempo. Pero Montiel constataba que los arroyos desaparecían y los ríos se convertían en arroyos. Recuerda que de chamaco bastaba echarse al agua y atrapar, en un abrazo, un gran montón de hojas para pescar una cubetada de camarón de agua dulce. Ahora, "batalla uno para atrapar un pinche camaroncito".

Un amigo suyo, Alfredo Chávez, ya mayor, michoacano de El Coyolito, fue el que le explicó ciertos fenómenos que venía observando. Ya cuando se sintió fuerte en esos conocimientos se dijo: "Ahora sí, a despertar a otros". Le puso nombre a los problemas de la deforestación, la erosión, la vaporización de manantiales, las sequías que empezaron a padecer... Fue documentando desastres que nadie registró. En El Venadito se secaron unos pantanos en los que durante todo el año ''lloraba el agua''. En La Limona se secó una laguna. El río Petatlán lo cruzan ahora los niños en los meses de resequedad y apenas se mojan la orilla del pantalón. Las lluvias, que cuando muy tarde empezaban a caer el día de San Isidro (15 de mayo), demoraban hasta junio o julio.

El operativo de Ajuchitlán

Al iniciar mayo del año pasado, Montiel y Ubalda se encontraban en Tierra Caliente ofreciendo su mercancía en las rancherías. Ubalda propuso visitar a unos parientes a Ajuchitlán del Progreso. Ahí se encontraban el 2 de mayo, en casa de Teodoro Cabrera, de 49 años, cuando llegó una partida de soldados disparando. Uno de los lugareños cayó abatido. Montiel y Teodoro fueron detenidos. Dos días permanecieron en un puesto de mando, donde fueron torturados. Luego fueron trasladados al batallón de Altamirano. Montiel reconoce: "Después de tanta tortura ya les suplicábamos a los soldados: pues digan qué quieren que declaremos, lo que sea". Siembra de amapola, portación de armas, pertenencia al EPR... aceptaron todo. Hasta el quinto día fueron turnados a la autoridad civil. El Ministerio Público aceptó, sin chistar, las declaraciones previas que les habían sido arrancadas bajo tormentos.

Un año después, ambos hombres tienen aún secuelas de la tortura (hernias, padecimientos en los testículos, fiebres). Cuando repiten por enésima vez su arresto, la indignación vuelve a aflorar. Ahora son prisioneros de conciencia.

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